01 enero 2009

localAd

Cuando miramos a nuestro alrededor los anuncios siguen siendo barrocos, sobrecargados, combinando tipografías y colores imposibles. Con grandes cuerpos de texto, diferentes imágenes y horror vacui. Parece que la publicidad gráfica que nos rodea hoy en día sigue jugando a "a ver quien grita más alto"

Es raro encontrar un anuncio minimalista entre la publicidad que nos rodea (intentad encontrar más de 3 en las fotos de la entrada de este mismo blog "localad"). Pero sin embargo, el minimalismo es el rey de la "buena publicidad". Y fijaos, cuando alguien pone un ejemplo de una gráfica publicitaria genial, probablemente sea minimalista. ¿Será casualidad? Para nada.

Es precisamente la simplicidad visual del minimalismo y su economía de elementos, lo que le hace imprescindible para la publicidad actual. Mientras el número de impactos publicitarios a los que nos vemos expuestos diariamente no para de aumentar (y el tiempo que una persona media le dedica a la publicidad no para de menguar) la estética minimalista, con su ausencia de ruido, impacta al observador apresurado incluso antes de que este consiga darse cuenta.

La economía de elementos, no sólo facilita la absorción de la información, sino que implica al observador para la comprensión. El mensaje, sencillo y latente, tiene que ser decodificado por el receptor el cual tiene que comprender el concepto, en ausencia de un gran copy o titular que se lo dé todo mascado. Y la comprensión es el inicio de una relación con el usuario.

Parece incomprensible que un estilo de publcidad más impactante y que vincula al target con el mensaje, siga siendo tan poco utilizado. Pero parece que a anunciantes y agencias les sigue venciendo el temor a que no les entiendan, el afán por decir muchísimas cosas y sugerir muy pocas, por eso la publicidad que nos rodea parecen más bien carteles circenses.

Por eso experimentas tanto alivio visual cuando al fin no encontramos con publicidad de estética minimalista (como vemos más abajo en los anuncios de Ipod, Nike para Barça o incluso el de Bambú de Adolfo Dominguez). Conceptos claros, imágenes sencillas, sin adornos ni sobrecargos, mensajes directos y desnudos que impactan rápidamente en el receptor. Ausencia de complicación en una vida diaria ya suficientemente complicada.

Lo simple vende. ¿Por qué le seguimos teniendo tanto miedo?



 






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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos. Dos mundos en los que puedes ahondar: los haikú y los nanorrelatos.

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